miércoles, 25 de agosto de 2010

250810

no, mi casa no se derrumbó,
no temblaron los vidrios
ni la araña cayó de la amapola del infierno

todo vino, empezó adentro:
nos tragaba un ojo

éramos o somos
el pan corruptible

por cada hueso hubo una boca
un diente
un hambre distinto

feroz, el ojo eligió
al Imprescindible
al Dulce
al que sigue cantando

somos tan tristes sin él
a veces no hay de qué hablar, ¿sabe?
no hay fuerza para decir las cosas de la vida

pero llega la lluvia, a veces,
que es mansa y hace música en las canaletas

llega la lluvia por el este para ungir la herida
para hacer grandes las flores de carne

de ángel se pone el patio

detrás del ligustro, el Dulce renace
me dice: poné, hermanita, tu mano
en mi corazón

hace el mismo ruido que los caballos
¿viste?
¿no es un milagro?

domingo, 15 de agosto de 2010

150810

para la liebre, la luz de la linterna del cazador
es un pequeñísimo y muy raro amanecer

como en cada mañana, se pone frente a la luz
y sabe que debe decir su oración, sabe
que es la hora en que se halla el rocío en el matorral o
la tibia pelusa de la cría

para la liebre, no encandilada sino sumisa
ante el amor del sol,
el tiro de escopeta semeja el sonido
de una bandada disparándose al aire

aún si el fuego penetra su carne,
aún si cae, su cuerpo no entiende
el triunfo del que caza, su viciado deporte

entiende, sí, el sueño que le embarga
y eso es siempre así

cada mañana

lunes, 9 de agosto de 2010

090810

hola, nena de mí
¿dónde estuviste?

pasé mil veces frente al árbol donde te colgué
te vi pidiéndome agua
te vi diciendo: quita, hermana mía,
esta mosca dolorosa de mi corazón

y yo, nada,
me divertía si otros niños te tiraban con cerbatana
si los perros iban a comer de tus ojos
si tenías sed o miedo de lo oscuro

en las noches con lluvia te escuchaba:
tu voz era una música antigua y triste
decía cosas de la muerte

eras la nena oscura de dios
eras la nena de las mazorcas encendidas
eras la nena de la historia amarga
eras la nena perra cuando olfateabas la foto
del que se fue siempre

nena de mí, hoy vengo a quererte,
hermana
nena, nena de la pequeña sangre ida
fémina
rara flor de lo nunca
¿dónde estuviste?

domingo, 8 de agosto de 2010

Diario de viaje día 61-Martín Araujo

Hay un momento del viaje en que se acaba el viaje. O que, mejor dicho, muta y se hace otro, porque en verdad el viaje nunca acaba. Lo podemos ver en la última peli de Nolan, lo podemos pensar con el Cortázar más almibarado y también en el bellísimo Matadero 5 de Vonnegut. El viaje es como el ritmo.
Pero hay un momento en el que el viaje se encausa, se entronca, derrapa. Es la amenaza del cese, del enraizado, del cachado.
La fijeza es una respuesta del cuerpo, como un virus. Una defensa, una reacción, un anticuerpo. La consunción del sistema inmunitario, la vaccin del viajante.
De repente, un lugar confortable. Un oasis o la impresión de un oasis. Espejismo. ¿Espejismo? Nada se sabe de si es un sueño en el sueño. O cuando deja de ser sueño. O si hubo alguna vez sueño.
Reglas de mercado claras. Cuotas y tarjetas crediticias. Autos accesibles. Transporte público en horario. Urbanización eficiente. Empleos customizados. Cerveza barata.
Un día despertás y ves que en el espejo no hay nada. Una bolsa de arena o peor, arena suelta, remolino. El café pasa de largo y sos arena húmeda y oscura, saco roto. Bajas hasta la piscina, dejas el apartamento a oscuras, la alberca, ves que sobre la rufa sube el sol, sube y sube, hasta que desaparece. Pareces uno de esos personajes chilos a los que le crecen globos por manos. Globos rojos de gas comprimido, estáticos.
Es la inflexión, la coda del viaje. Escuchás que te habla el cactus, oh San Pedro gigante, luz de la reflexión, devuélveme el camino. Y el camino se abre así a tus pies, ancho y deforme.
Y te vas pateando feliz sin saber que en el taco de la bota llevás pegada una copia de la Ley de Arizona. Y un wanted con tu imagen, la foto en traje de taekwondo, a tus ocho años.

El autor escribe aquí



Rodney Smith


jueves, 5 de agosto de 2010

La delicadeza

Principio de delicadeza

Me es necesario volver -para partir otra vez- a una cita de Sade que di el año pasado sobre el principio de delicadeza:
"La marquesa de Sade le pide al marqués prisionero que le haga enviar la ropa sucia (conociendo a la marquesa: ¿para qué otro fin si no para hacerla lavar?); Sade finge ver otro motivo, propiamente sadiano: "Encantadora criatura, quieres mi ropa sucia, mi vieja ropa? ¿Sabes que eres de una delicadeza consumada? Advierte cómo percibo el precio de las cosas. Escucha, ángel mío, tengo todo el deseo del mundo de satisfacerte en esto, pues ya sabes que respeto los gustos, las fantasías por barrocas que sean, las encuentro a todas respetables, porque uno no es su amo, y porque la más singular y bizarra de todas, bien analizada, remite siempre a un principio de delicadeza"". (Sade, Fourier, Loyola, p. 174)
No separar jamás una conducta del relato que se hace de ella, pues el verbo penetra el acto de lado a lado. La enunciación de Sade deja ver lo que es el principio de delicadeza: un goce de análisis, una operación verbal que desbarata lo esperado (la ropa está sucia para ser lavada) y deja entender que la delicadeza es una perversión que juega con el detalle inútil (infuncional): el análisis produce lo menudo (un sentido posible de "delicado", pero etimología dudosa), y es este recorte y esta inversión lo gozoso... podría decirse: goce de lo fútil. En suma, delicadeza: el análisis que no sirve para nada. Tal es el fondo, el telón semántico.

Del libro Lo neutro (notas de cursos y seminarios en el Collége de France, 1977-1978)
págs. 76-77
Roland Barthes
Siglo veintiuno editores Argentina

Saggi

Ensayos de Pier Paolo Pasolini traducidos por Esteban Nicotra.